El título de este artículo para muchos no significará más que un simple verso del himno del Atlético de Madrid. Pero para aquellos que miren más lejos que eso y entiendan que ese verso define una realidad, coincidirán conmigo en que en el día de ayer se evidenció, una vez más, esa hermandad que reza en el himno y que sirvió de homenaje a Ángel Correa.
Porque en la disputa de un encuentro, en el que los jugadores actúan a mil revoluciones por segundo, el corazón, la cabeza y el sentimiento de unión vencieron a todas esas revoluciones. Estoy seguro de que anotar un gol provoca que esa adrenalina que se vive en el terreno de juego se incremente todavía más. Pero ni con esas los sentimientos se ven frenados.
Pero es lógico que esos sentimientos sean protagonistas y se impongan a cualquier otra sensación. Cuando existe garra, coraje, compromiso, pero sobre todo un vínculo similar al de una familia, reacciones como la de Nahuel Molina se llegan a entender como normales.
Y es que, en esa situación en la que acabas de anotar tu primer gol como jugador del Atlético de Madrid, quizás lo lógico fuese celebrarlo por todo lo alto. Pero, en cambio, ver entrar el balón al fondo de la red e instantáneamente salir corriendo hacia tu banquillo para acordarte de un jugador, de un compañero o de un hermano, refleja a la perfección la clase de relación que se forja en un vestuario.

Una familia unida
Se ha podido ver en más de un detalle. Desde el respeto de unos compañeros que han querido arropar a su Ángel, ese que tantos buenos momentos les ha regalado. Desde la admiración y el cuidado de un club desde sus altas esferas hasta su principal figura, Diego Pablo Simeone, ese hombre al que se le ha visto en muchas ocasiones tratar a Ángel como a uno de sus hijos. Y desde el cariño, afecto y apoyo de la familia rojiblanca, esa que tanto quiere a Ángel y que se lo lleva haciendo saber desde hace mucho, aunque en los últimos días se haya intensificado.
Un conjunto que unido tiene como resultado una familia de los pies a la cabeza. Y las familias, ya pasen por mejores o peores momentos, están cuando más se les necesita. Y por eso, a ti, Ángel, nadie te iba a dejar sólo ante un nuevo mazazo que la vida ha decidido darte.
Por desgracia no es el primero. Le ha tocado vivir una vida de superación más propia de un guerrero que de un simple humano. Pero, en ese ADN que Doña Marcela le entregó, la lucha no es algo que se negocie, es algo que lleva en los genes. Desde pequeño sabe lo que es batallar con las adversidades y superar cada una de ellas. Así que, ante este nuevo pulso que le propone la vida, estoy seguro de que también saldrá triunfador.
Y lo hará porque son muchas las lecciones que ha aprendido. Porque esa pérdida tan dolorosa que ha sufrido también se ha encargado de demostrarle la valentía y lucha que lleva en la sangre. Y ahora, contar con un nuevo ángel, le impulsará a seguir luchando junto a sus hermanos. Esos que, aunque no lleven su sangre, son su familia.