Image default

Una muralla rojiblanca que vuelve a levantarse

El Atlético suma 4 goles en contra desde que volvieron tras el parón por el Mundial.

Había una vez un equipo en ruinas. Apenas sustentado por logros pasados que poco a poco había ido perdiendo territorio en su imperio. Cuando todo parecía caído y la sociedad del imperio abocada al fracaso, su suerte estaba en mano de un viejo escudero. Un guerrero de aquellos que vivieron el máximo esplendor del Reino. El club se encomendaba a la acción del ‘Cholo’ Simeone. Rápidamente, se puso manos a la obra y formó un equipo de combate que basaba su juego en una defensa feroz y un ataque resolutivo. Apenas entraban en su territorio y cuando lo hacían, 5 escuderos flanqueaban una portería que aguardaba el más precisado de los tesoros del fútbol, el gol.

Poco a poco, el imperio rojiblanco fue teniendo un imperio que parecía ya haber perdido. En cada territorio conquistado, el Atlético plantaba una muralla defensiva por donde nadie podía pasar. Primero fue un Courtois, que luego sería desterrado para dejar paso al comandante mayor y encargado de defender el territorio colchonero, Jan Oblak. Pocos se atrevían a intentar cruzar una muralla que guiaba al Atleti, muchos menos lo conseguían. Una muralla flanqueada por cuatro torres, Juanfran, Godín, Miranda y Filipe, no suena mal. Para los delanteros sí que lo hacía, ni hablar de ella querían.

Al lado de ellos, unos jóvenes Giménez y Savić aprendían del arduo trabajo que más tarde tendrían que comandar. Poco a poco, esos guerreros fueron dejando paso a esos aprendices que ya eran guerreros. Guerreros preparados para las luchas más importantes que el Atleti tuviera que surcar por las tierras más importantes de España y Europa. Los años iban pasando y los viejos guerreros abandonaban el reino en busca de un retiro digno. En 2019, Godín fue el último en marchar. Los rojiblancos debían confiar en los guerreros criados en sus fronteras y fuera de ellas, Hermoso y Felipe se unían a ella.

Una muralla que empezó a resquebrajarse

Apenas 2 años después, el Reino volvía a la conquista. Una grave pandemia que había azotado el Reino de arriba a abajo, sucumbiendo todo lo que encontraba por su paso. El equipo se veía envuelto en sus mejores guerras sin el apoyo de su pueblo, aquel que nunca le abandonaba, aquel que le llevaba en volandas. Sin embargo, dentro del equipo nada cambiaba. La muralla seguía como el primer día. Su capitán Oblak seguía ganando insignias de guerra, 7 Zamoras sumaba y el Atleti volvía a conquistar España. Todo eran alegrías. La muralla se teñía de un rojiblanco más vivo que nunca. Sin embargo, el muro empezó a resquebrajarse. Nada volvió a ser como antes.

Ese batallón de guerra que no contaba bajas, acabó por convertirse en un batallón que las contaba a miles. Una defensa que apenas dejaba pasar balones por su frontera, se convirtió en uno de los que más lo hacía en sus batallas. Lejos quedaban esos años dorados donde Godin y Miranda defendían la portería. Los aprendices no habían conseguido lo que sus antecesores habían logrado durante años. Ese comandante mayor con un mar de insignias en sus chaquetas daba signos de desgaste. La muralla del imperio empezaba a resquebrajarse a base de goles. Solo faltaba por añorar ese viejo equipo al que nadie conseguía penetrar por sus murallas.

Un ReyLindo y otro Hermoso que volvieron a levantar una muralla caída

El Atleti no veía soluciones en su defensa. Tuvo que salir a por gladiadores de reinos contiguos que ayudasen a levantar de nuevo esa muralla si querían volver a surcar por los mares de Europa. En Francia, un viejo rey del continente africano, había llegado para llevar a un Lille olvidado a la conquista del país galo. Reinildo se hacía llamar, REYLindo le gustaba que le llamaran. Un mozambiqueño que devolvería un poco de gloria a una afamada defensa colchonera.

Sin embargo, se veía solo, nadie le ayudaba en su ardua tarea y un día ,en uno de los combates más importantes de la temporada, su rodilla dijo basta. Reinildo seria baja, y un ya desterrado Hermoso tenía que salir al rescate de una muralla atlética que cada día estaba más rota en pedazos. Lo que nadie esperaba es que a partir de ese guerrero descuidado y del que nadie se acordaba, la muralla volvería a ser la de antes. Trabajo, trabajo y trabajo esas fueron las premisas de un Hermoso que poco a poco consiguió convertirse en ese baluarte que desde el Metropolitano buscaban. Hoy, la muralla vuelve a ser la de antes, con un rojo más vivo que nunca y la ilusión de un pueblo que quiere volver a ser ese reino defensivo temido en todo el Mundo.

Deja un comentario

A %d blogueros les gusta esto: